viernes, 16 de mayo de 2014

Una de espadeo


Los gloriosos años de nuestra infancia solo fueron gloriosos en nuestra imaginación. Y para ayudarnos en nuestras fantasías infantiles teníamos nuestros cines, y las tardes de domingo, largas tardes que empezaban a las 16:00 con una sesión que prometía dos películas por el mismo precio, y que nos retenía en sus duras butacas de madera hasta la hora de cenar.
Esos cines han quedado en el mas triste de los olvidos, pocos, muy pocos, se han salvado del hambre devoradora de la construcción y de la huida hacia las grandes ciudades en busca de diversión.
Solo en algunos casos, y uno de ellos es el que nos ocupa en este reportaje, un grupo de jubilados valientes, dedican sus horas a su mantenimiento, para goce de algunos visitantes curiosos que de tarde en tarde. se dejan caer por el barrio.
Gracias a esos hombres y mujeres por su paciencia y por mostrarnos con tanto entusiasmo el cine donde vivieron algunos de los momentos mas felices que les pudo proporcionar aquella dura infancia.